jueves, 10 de agosto de 2017

Dunkerque en el alma de Christopher Nolan

Anteayer vi "Dunkerque", la última película de Christopher Nolan. Un salto adelante en su cine, un nuevo listón esperanzador en estos tiempos de esto-ya-lo-he-visto mil veces.
En la senda de Terrence Malick, Spielberg o Clint Eastwood, no es ésta una película "de guerra". Eso, que de suyo no tiene por qué ser óbice para el mérito esencialmente estético (como sí lo era en el pastelón "Pearl Harbor"), en "Dunkerque" se convierte en el escenario para contar qué sucede cuando seres ordinarios se ven enfrentados con lo extraordinario: no con la muerte, sino con el odio de una muerte que cae literalmente del cielo como una furia llena de odio. Cuando las cobardías y traiciones conviven con la lealtad y el heroísmo que no se miran en el espejo. Ni siquiera en el legítimo espejo del sentido del deber.

"Dunkerque" es una película sobre el silencio y el perdón, sobre la esperanza que vive agazapada en la aparente aleatoriedad de todo, y del Todo.
Y no se pierdan la música ni la lección magistral que imparte Nolan a los devotos de los efectos especiales en 3D. Menos es más, otra vez.
"Dunkerque" es una película maravillosa. Así de sencillo.