domingo, 5 de abril de 2015

Corazones descascarillados

"Con corazones rotos en miles de fragmentos será difícil construir una auténtica paz social" (Francisco, 'Evangelii Gaudium', n. 229).

Leyendo tantas cosas cada día, en la prensa y en las redes sociales, en libros de ensayo y novelas, es posible tocar los añicos del alma, arañarse e incluso hacerse sangre. Por eso, para explicar lo que es una amistad de forja se me antoja una buena imagen la del castillo viejo, raído de años y arrancado a jirones por los vientos: como esas camaraderías recias, bien cimentadas y robustas, donde hay lugar para tanta variedad como torres y troneras, almenas y vanos, adarves y barbacanas; pues así se convierte el compañerismo en amistad leal.

Frente a esa amistad verdadera y profunda se yergue el vistoso castillo de naipes, alarde fútil e instantáneo de vanidad, fuego de artificio de este o aquel logro. Y es ese tipo de trampa el que desbarata la amistad al dar pábulo a envidiejas y rencillas.

Corazones descascarillados. Eso es lo amable, lo real, lo imperecedero. Lo demás es tuitear algodón de feria, dulzón y empalagoso. Facebook de caras de verdad, no de museo de cera.