domingo, 26 de enero de 2014

Autobiografías y prosaísmo

Como aficionado a las autobiografías (creo que aun más desde que escuché con pasmo a una vacía testuz universitaria que un ser humano no tiene nada de valor que decir sobre sí mismo), leo estos días, con un deleite que hace tiempo no experimentaba, las "Memorias" de Alec Guinness; Sir Alec, u Obi-Wan Kenobi, que para mí tanto da. Comienzan al marchamo de esta bella forma:

"Entra EGO por el lateral, perseguido por geniecillos malvados. Sale EGO.
Ego, cuando era muy joven, sin ninguna experiencia profesional, suponía que su lugar natural en el escenario de la realidad era el centro, pero pronto aprendió que durante mucho tiempo debería estar a un lado, muy a un lado, y medio vuelto de espaldas al público (...). Los geniecillos malvados que lo persiguen y empujan son la Impaciencia, el Desasosiego, el Orgullo Herido, la Frivolidad, la Pereza, la Impetuosidad, el Temor-al-Futuro y, merodeando en las cercanías, la Falta de Sentido Común (...)".

No es que nuestras vidas no valgan la pena como material para una novela, un poema épico o un sainete. Es, quizá, que nos hemos acostumbrado a maldades que no merecen nombre tan serio; o a que hemos convertido lo cotidiano en meramente rutinario. La fuerza brutal de la costumbre no tiene nada que envidiar a la de una placa tectónica, que con cada deslizamiento oculta una nueva capa de recuerdos y vivencias que, de otro modo, bien pudieran haber llegado a ser materia de una leyenda: 'legenda', cosas que deberían ser leídas por otros. Para aprender, para saber que ninguno estamos solos en la pelea con la Mediocridad.

Puede que nos falte la técnica de un buen narrador. Puede ser que contar no sea una necesidad tan perentoria como callar -conozco personas así-. Sea como fuere, la vida que ha de ser contada debe ser, en primer lugar, recordada, anudada de nuevo al corazón de cada uno: para que el olvido no se lleve el poso de lo que pesa, y el pesar no desequilibre la balanza, despedazándonos. El pesado peso de la pesadumbre frente a la liviana ligereza de la ligazón con las cosas que tiran de nosotros hacia arriba. Creo recordar que todo tenía que ver, de diversas maneras, con amar y ser amado.

Y otra cosa: parece que Sirs o maestros Jedi, todos tenemos la misma caterva de geniecillos malvados incordiando acechantes tras la sombra de nuestros silencios y soledades sonoras... ¡Ah, el Ego!